La historia que nació de la vida del autor Nico Walker es la primera de su género que me impacta. Nunca he estado cerca de las drogas, y realmente es un mundo que nunca me ha interesado abordar ni tan siquiera en el arte; en verdad, nunca he sentido simpatía por las víctimas que lo componen, sobre todo por su aspecto. Tuvo que venir la historia de Cherry para abrirme la puerta de ese mundo.
Llego a la novela por la película, y no, la novela no tiene mejor calidad que la película; de hecho, diría que la película, cuya cinematografía es excelente, es hasta más literaria que la novela.
Cherry, publicada en 2018 y llevada a la pantalla bajo el mismo título en el 2021, es un drama que describe la vida tóxica de un joven, según Walker semi biográfica, nacido en Ohio, estado que es reconocido como el epicentro del consumo de muchas drogas duras en los Estados Unidos.
La historia de la novela y su película son bastante semejantes; sin embargo, la narración de ambas difieren.
La decisión más aceptada de Walker está en no darle nombre a su protagonista; entre muchas razones, porque el protagonista puede ser muchas otras personas, otras víctimas, si se quiere ver como tal. Dejar sin nombre a su protagonista le da una falta de identidad que es la misma que lo va a llevar al mundo de las drogas, un amor que no sabe qué hacer con él e inclusive ir tan lejos como a la guerra en Irak.
La novela falla en la linealidad de su narración; Cherry tiene diferentes escenarios que van desde la guerra, el romance y el mundo de las drogas, pero el sintaxis de su narración no cambia en ninguna de las escenas. Tampoco cambia el ritmo. El trauma de la guerra, las drogas y el romance que afecta al protagonista apela a la misma retórica, a pesar de que el autor insiste en todas las situaciones, como en la historia del Joker de Todd Phillips, de convencernos que él tiene un buen corazón a pesar de sus acciones erráticas, aunque en verdad el protagonista es sincero en su visión pérdida de la vida cuando dice: Yo no sé a qué se dedican las personas.
Ahora, la película, no tan solo me hizo sentir parte del mundo traumático, oscuro y desesperado del personaje, pero en sus dos horas y tantas me hizo olvidarme que otro mundo, como mi realidad, existía. De hecho, al terminar la película fui corriendo al baño a revisarme la piel en el espejo debido a la impresión que generó la piel resquebrajada de los personajes por el abuso de las drogas.
La película le da a cada escena su ritmo, y sobre todo justifica el trauma que el protagonista sufre en la guerra.
Se puede decir que la película tiene la ventaja en la experiencia de sus escritores a la hora de adaptar la historia al cine en los hermanos cineastas consagrados de Anthony y Joe Russo.
Lo más escalofriante de la historia de Cherry es el peligro de una vida sin dirección, sin una pasión dentro de una sociedad capitalista donde si no se tiene cuidado con el consumo, su sistema social/económico devorará cualquier vida que no compla con su harmonía. Nuestro protagonista lo sabe muy bien cuando nos dice de una forma traumática: A veces pienso poder ver mi futuro (del cual parece no poder, o querer, escapar)
El entusiasmo en transformarse en algo mejor, un elemento fundamental de la sociedad donde Cherry se desarrolla, es fatal si se carece de él, y su protagonista sufre las consecuencias de no tener una orientación en la vida. Y así es que Cherry justifica que su protagonista vaya a una guerra que no es de él, sobre todo al no saber qué hacer en libertad. Sin dudas, no es el mismo tiempo de Diógenes El cínico, y en verdad, el ocio es un mal consejero, y en los Estados Unidos se paga caro.
La película hace de Cherry una historia de amor dentro del desastre de la droga, la guerra y sentimientos malentendidos, en cambio, la novela se queda en el vacío de una desilusión hasta que las venas, la misma vida de sus personajes, no puedan más.
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