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La Bala de Otaola en la Cabeza de Alexis Valdés

Writer's picture: Jorge Santa CruzJorge Santa Cruz

Updated: Nov 14, 2022


quieres ser universal: habla de tu vecino

La envidia tiene una gran semejanza a la presencia del plomo de una bala en el cerebro del que la posea. Es angustioso ver a alguien en tal estado fatal, del mismo que no se puede librar ni se puede ayudar. ¿Quién puede superar el plomo de una bala ya dentro de nuestro cuerpo o la envidia una vez que nos contagia?


En la industria de la comunicación, la envidia es una constante, sobre todo porque el ego de cada talento está expuesto de forma omnipresente en cualquiera de sus realizaciones; en esta industria se es tan bueno como el último día, por lo que los comunicadores necesitan de mucha agilidad a la hora de conectar con un público que exige un dinamismo incansable; al punto que hoy en día los llamados influencers superan en todos los parámetros de conectividad a los de la prensa tradicional, tal como la televisión, la prensa plana, la radio… etc.


El caso más notable de la falta de agilidad a la hora de adaptarse a un cambio de dinamismo en la comunicación social, y por consecuente una envidia detestable al presenciar su propio entierro, es el del presentador y humorista cubano Alexis Valdés, quien ha arremetido contra el popular influencer Alex Otaola y su programa Hola Otaola.


En resumen, Valdés, quien tuvo su momento de gloria en la televisión de Miami, chantajeó al perfil de chisme, tan crudo este como humorístico, de Otaola con la engreída potestad, prescríbase como envidia, de cerrarle su canal en YouTube por uso indebido de contenidos de su autoría, los mismos que Valdés autorizó a usarlos en la misma plataforma de Hola Otaola.


Obviamente la envidia de Valdés, el plomo de la bala en su cabeza que le genera el éxito de Otaola que lo reemplaza, lo ha asesorado e impulsado en la dirección equivocada, ya que Otaola ha logrado triplicar la influencia que Valdés sostuvo no hace mucho atrás sobre la misma audiencia, siendo la calidad del vínculo palpablemente más fraternal.



Esto se debe a que el trabajo del influencer es mucho más persuasivo.

La audiencia del influencer conoce casi todas las facetas de la vida de su influencer, muy lejos de la estatua fría que un presentador de televisión ofrece. Una vez que el influencer conecta con un grupo, o lo crea, es muy difícil desligarlo precisamente por ser esta tan intimidad.


Aunque los influencers usan el conflicto entre sus semejantes para generar audiencia, en este caso la angustia, el sentimiento más difícil de fingir, y la mala entraña del tono de Valdés es muy visceral cuando ataca a Otaola, así es cuando se habla desde el hígado, algo que Valdés cuando se refiere al tono de Otaola (Otaola es un personaje de antaño, creado en todos los medios de comunicación: un personaje simplemente atravesa'o, pesa'o, sin pelo en la lengua). La intolerance de Valdés solo da la medida de lo atrasado que está la sociedad cubana.


A diferencia de los inicios del influencer Otaola, la vida del presentador Valdés siempre estuvo ligada a los medios de comunicación debido a lazos familiares y a que nació y creció en La Habana, algo que es muy ventajoso en la Cuba de los Castros. Sin embargo, Otaola es oriundo del interior de la isla, de la provincia de Camagüey, y tuvo que mudarse hacia La Habana en busca de oportunidades en los medios de comunicación. He aquí un factor determinante a que la trayectoria de Valdés en la pantalla grande sea más extensa que la de Otaola, trayectoria que hoy en día no se limita a algún formato de transmisión; los abarca todos con mucha eficacia.



Sin importar cuanto se grite o cómo se exponga la verdad cubana, la tiranía de los Castros no va a hacer cegada por ningún comunicador social o presentador, como quieren hacerse ver estos dos con la rivalidad planteada; tal crédito ira para quien sea capaz de levantarse en arma contra la tiranía y establecer una sociedad democrática en la isla.


Pero sí, la cúspide por el reconocimiento no deja de generar una envidia decadente, pero que no deja de ser un grano de azúcar que se derrite en sí mismo y no sabe lidiar con el proceso final.



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