Fíjate lo que hubiera pasado si hubieras tenido mi nivel de creatividad, mi visión de un futuro sin soledades mucho mejor que la fractura de este presente.
Es más, hoy me enteré de que incluso tocas un instrumento de viento. Es decir que no fuiste capaz de compartir tal pasión cuando te recomendé escuchar las trompetas de la banda sonora de Oppenheimer. Reconociste que te gustó, pero hasta ahí.
Este detalle te tuvo que desbastar, “a este tipo le encanta lo que a mi apasiona”. No dudo por un segundo que eso fue lo que dijiste, y por eso quisiste quedarte más tiempo en la entrevista; es más, quisiste que todo aquel momento corriera lo más rápido posible para que la entrevista se fundiese con una escena de amor cuando fuéramos compañeros de trabajo. Sentiste mi calor, pero no te viste. Puedo sentir cómo te lamentas, sin saber por qué, porque te puedo ver.
Pudiste contratarme ese mismo día que te entregué la prueba, y esto hubiese pasado:
Yo te invitaría a trabajar en mi barrio, que luce así con horario: gimnasio a las 5 de la mañana, el mismo que incluye sauna y jacuzzi. Cruzaremos la calle hacia el café de al frente, desde donde trabajaremos. Nos sentaríamos en la misma mesa, con nuestras rodillas rozándose con el ajetreo de nuestras labores. Bastaría una semana para que mi influencia en tu tacto se compenetre por mi intelecto. Para ese entonces habrás llegado a algún lugar mágico, porque yo solo apelo a la inteligencia.
Así es que el placer en tu carne se comienza a adobar. Lo que eran los roces de rodillas, ahora se traduce a nuestras manos que se aprietan, a veces por el frio del café, a veces porque así es como se atraen los cuerpos. Hasta llegar a esos apretones de cintura entre chistes cuando te acompañaría hacia tu carro en las tardes.
No lo voy a negar: me ayudarías en muchos aspectos de mi trabajo, como si me estuvieras protegiendo aquello que te daba. Nunca te molestará mi vulnerabilidad en algunos aspectos de mi segundo idioma, el cual tú dominas mejor que yo; no nos confundamos, dominas una que otra sintaxis, pero nunca como mi creatividad sabe usarla.
Al final de la segunda semana trabajando juntos, en medio de una tarde tediosa, te invitaría al cine. Cruzaríamos la calle nuevamente. Y allí, en esa oscuridad inteligente de una película, te besaría después de unas caricias con el pretexto del frío de un intelecto que le falta piel. Entonces te invitaría a quedarte en un hotel frente al cine. Aceptarías, pero me alertarías de que nunca has estado sexualmente con un hombre. Por su puesto que no me importaría. Yo sabría que una vez en el hotel, entre caricias, no habría límites.
Así transcurriría todos los días hasta que me invitas a conocer a tus padres, sobre todo para justificar el sexo de aquella noche. Yo aceptaría y todo saldría en plena harmonía. Desde entonces, yo dibujaría un futuro, donde nos mudaríamos a Los Ángeles, con la ayuda financiera de tus padres. Yo buscando que una de mis novelas sea comprada en Hollywood, mientras te convencería de que amplies tus conocimientos en la música de orquesta para así realizar música para películas en Hollywood.
¿Lo lograríamos?
Fíjate ahora mismo donde estás: tan lejos de tu destino. Y aunque no tienes ideas donde yo estoy, pues algún día lo sabrás porque leerás esto y serás la única en identificarse porque sabes que hablo de ti, aunque hayas tachado mi aplicación de trabajo de poca creatividad; por lo menos tome el viaje de Zero to One, aunque te digo que ambos pudimos haber viajado from Zero to Two, Three...
Bueno, después de todo tu agencia 'creativa' se llama Zero to One. No hay que ir más lejos que One.
Comments